lunes, 28 de abril de 2008

Juventud y Política, urgente senda (Luis Jaime Cisneros)



Supongo que en estos últimos meses los jóvenes han tomado conciencia de que eran obligados (y necesarios) interlocutores en cuanto el gobierno de la nación concierne. Los han invocado abiertamente. La prensa ha ido informando sobre la importancia que la juventud alcanzó en los acontecimientos internacionales que tuvieron su centro en Francia, y no faltó quienes recordaran, a guisa de comparación, la responsabilidad que a los jóvenes franceses alcanzó en el 68, a propósito de la que acaban de asumir junto con los sindicatos recientemente. Y probablemente los jóvenes se están preguntando por qué entre nosotros no se sienten realmente actores sino testigos de la política. En verdad se los ve alejados de una sana preocupación por temas como la economía, la educación, el trabajo, la salud.


Sí les preocupa obtener ‘chamba’. Al plantearse tales preguntas, seguramente los jóvenes reconocerán que el colegio no les ha despertado interés por estos asuntos y no les ha expuesto, por lo tanto, la responsabilidad que –en horas como la actual– les correspondía asumir. Por eso es natural que, ante los diversos (e interesados) llamados, confundan una legítima y auténtica preocupación política con propuestas partidarias que están, para la mayoría, cargadas de etiquetas negativas.También advertirán los jóvenes que ahora los políticos se esmeran en interesarse por considerarlos como interlocutores, y lo hacen mostrando inusitado fervor. ¿Por qué ahora? Pueden estárselo preguntando los muchachos. Sencillamente porque ahora –y Pasolini se adelantó a reconocerlo– los jóvenes tienen “disponibilidad para creer”. Los políticos aprovechan –y con razón– que sus propuestas puedan atraer a quienes se ven acechados por emociones, mudanzas y sentimientos contrapuestos. Pero los jóvenes se saben también inteligentes y se extrañan de que no siempre se les haya tenido en cuenta. Y razonan. No solamente creen, sino que razonan. Y porque razonan, discrepan. Y porque razonan y pueden discrepar ahora interesan de verdad como ciudadanos válidos para cambiar el país. Si no entendemos –hic et nunc– que ser joven significa ser un agente de la historia, esa afirmación de que “los jóvenes son de fiar” es apenas una triste e insulsa frase mentirosa. Todo lo que marche, atrase y entorpezca el presente importa, y mucho. Y tiene que importarles a los jóvenes, porque hipoteca el porvenir.


Hay que creer en el progreso, hay que buscar el progreso. Y para ello hay que buscar el propio perfil con la ilusión ciertamente, pero también (y entusiastamente) con la inteligencia. No se preparan los jóvenes para recordar mañana su juventud como un pasado, sino para crear desde ahora el futuro y para participar activa y tenazmente en su creación. Una elemental reflexión nos confirma que no hay mañana sin presente. Cuál es; cómo es; qué nos ofrece; de qué nos priva. Si los jóvenes no tienen el coraje necesario para analizarlo objetivamente, nada tendrá sentido en adelante. Y entonces, tampoco lo tiene creer que porque ahora al preocuparnos por el día siguiente estamos hablando de nuestro porvenir. El porvenir es la independencia. No aprender a vivir solo, sino aprender a ganar la vida que vivimos. Eso se llama el empleo. Pues bien: buscarlo pone en evidencia nuestra primera imaginación. La escuela no los ha preparado. No los han puesto en condiciones de saber quiénes y cómo somos, porque la escolaridad se ha empeñado en preparar a los jóvenes para ser miembros de una sociedad del pasado. ¿Qué significa esto? Que existe una brecha entre el sistema educativo y el sistema económico y laboral. Es verdad que a veces llega el empleo. Pero suele asomar por ahí una inesperada marginación: los jóvenes son discriminados. ¿Por qué? ¿Cómo? Por un lado, no han sido preparados. Por el otro, carecen de experiencia, no calibran su capacidad creadora.


El trabajo se convierte entonces en la incertidumbre, la inseguridad. Lo grave es que muchos jóvenes necesitan trabajar porque en las casas de todos la suma de todos los esfuerzos es la que suele garantizar el pan.Hay además una razón incontestable para llamar a los jóvenes a asumir responsabilidades cívicas. Porque constituyen mayoría evidente en el país. Porque el porvenir está en sus manos y porque con seguridad están ahora ejerciendo su derecho de descreer de todos, tal como nosotros hemos descreído de quienes nos prometieron obtener lo que seguimos esperando: un país distinto y moderno. Los jóvenes saben hoy, felizmente, que los imperativos cívicos son más valiosos y urgentes que las exigencias del mercado.

1 comentario:

Gabi Hilliger dijo...

Chiquillos! este texto me lo mando Elsie y lo encontré bien atingente a lo conversado en el Encuentro. Espero que sígamos nutriéndonos en discusión política y valórica. Un abrazo!